Un joven de sólo 22 años, llamado Pedro Rodríguez, se convirtió anoche en protagonista de una película europea. Se jugaba en Mónaco una curiosa final de Supercopa. El estado del césped era lamentable, y Valdés se dedicaba entre jugada y jugada a recolocarlo cuidadosamente. Incomprensiblemente, Chigrinskiy disputaba su último partido con el Shaktar frente al equipo que ya lo había fichado, es decir, se enfrentaba a los que ya eran sus compañeros... curioso cuanto menos.
El FC Barcelona paseó por el campo sus mejores galas, que fueron, poco a poco, estrellándose contra el muro ucraniano que protegía la portería. La superioridad fue clara y Valdés podía comer palomitas disfrutando tranquilamente del encuentro, pero las acometidas culés no entrañaron mayor peligro. La mejor opción eran los disparos lejanos; en el área del Shaktar no cabía un alfiler. Los campeones de la UEFA supieron utilizar su estrategia y llevarla a cabo a la perfección.
Y cuando parecía que el plan de Lucescu funcionaba, apareció Pedro para poner luz en un mar de marcajes, rechaces, faltas y agarrones. La compañía de Bojan en el tramo final del encuentro y la ayuda de Messi, que no había conseguido nada él solo, fueron las claves del estallido, de la embestida final. La verticalidad de estos tres jugadores puso en apuros a un Shaktar que ya acariciaba los penaltis, su única esperanza.
Pero cuando corría el minuto 115 de la prórroga, una pared con Messi y una de las endiabladas diagonales de Pedrito terminaba con la pelota en la red. El canario firmaba el gol de la victoria poniendo un balón pegado al palo imposible de detener. Un golazo que justifica su contrato con el primer equipo, que le permite saborear la gloria muy de cerca. Y que propicia su nombramiento como Caballero de la Mesa Redonda... Ya es uno de los hombres de Pep que cabalgan, con cinco títulos en sus alforjas, camino de hacer historia. Y, desde ayer, tenemos otro 'fantástico'.
Foto: www.sport.es
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